Ayer me sentía mal, me dolía la cabeza, si me movía un poquito, no se dejaban esperar esas punzadas, cuando moví por fin la cabeza un poco más, me dolió el cuello. Recordé ese dolor de hace años por la presión baja. Creo que soy muy quejumbrosa, porque cuando voy al médico, me dicen que todo está bien y en realidad nunca me he enfermado terriblemente, nada de importancia. Después sentía náuseas y esas ganas de que alguien me abrazara.
No tenía una pastilla a la mano, eso es lo que hago en cuanto siento el dolor, tamarme un analgésico con cafeína, no permito que avance tanto porque impide que siga con mis cosas, pero ayer me hice la valiente y a mitad de clase ya no podía más, aguanté todavía a pasar a la biblioteca y al llegar a casa tuve que acostarme al menos una hora en lo que las pastillas hacían efecto. Seguía con esa sensación de necesitar un abrazo, como cuando una es pequeña y se siente mal, un apapacho.
Son difíciles de consegir por estos rumbos... y mejor no, la vez pasada que requería una terapia resultó peor el remedio que la enfermedad.