sábado, novembro 29, 2008

Saludo de beso.

No había transcurrido un minuto de haber llegado, cuando le preguntó su hermana ¿Qué ibas a hacer mañana? Voy a presentar un examen, porque hoy ya no me dio tiempo. Todo el día estuvo trabajando, parada y tardó más de lo pensado. Estaba muy cansada. Su hermana insistió: pues ya no lo vas a hacer...

Después de una hora ya todos estaban listos para salir, ella no llevaba maletas, tenía que volver a hacer sus exámenes, todo esos deberes que a veces pareciera que se inventa. El viaje fue tan largo como siempre. Al otro lado de la ciudad, pero ya era noche. Iba con la familia así que no hubo mucho problema.

Llegaron, saludaron a los presentes y casi automáticamente, como sucedía en el último año cada vez que iban a esa casa, fueron directo al cuarto del fondo. Ahí estaba y ella quiso saludarla como siempre, como sucedía desde niña. Con ella aprendió a besar a las personas al saludarlas. Pero un pensamiento se atravesó en su mente "¿Y si la gente se escandaliza?" No lo hizo. Por un momento creyó que lo sucedido recientemente era sólo una preparación para esta experiencia. El impacto no fue tan fuerte, al menos al principio.

Fue a saludar a quienes llegaban, a ver cómo estaba aquél anciano, enfermo de la rodilla, tan callado siempre. Él le contó cómo había sucedido y en la mente de ella se armaron historias y culpables. El final había sido bueno. No debía retrasarse más. Los preparativos seguían. El apoyo de "la tropa" en la que ella iba era notorio, así que siguieron con los trabajos, mientras que su madre estaba al lado de la cama en un mar de lágrimas. De repente volvía a su lado, donde estaban reunidos, y quería "saludarla" de beso (como siempre). Hasta que una orden se escuchó "quítenle las almohadas" Y ella tuvo que acatarla. Se acercó, quitó las almohadas y movió su cabeza, que tronó un poco con el movimiento a la derecha. Estaba fría. Fue entonces cuando se decidió a darle ese beso en la mejilla que le tenía preparado desde que había llegado. Un beso gélido. En los últimos meses también le tocaba las piernas y manos, para que ella sintiera que estaba ahí.

Se escucharon rezos y cantos desentonados. Gente despidiéndose. Niños corriendo y jugando. Se la llevaron para traerla más tarde. Ella ayudó a calmar a los niños, a dormirlos, a ver que los que durmieran lo hicieran bien y sin frío. La plática toda la noche fue un tanto entretenida, debido a sus hermanas, no a su primo, su primo generalmente arruina las conversaciones. En esta ocasión no lo dejaron. Amaneció. Ella decidió que sería mejor ir, sus pendientes de exámenes podrían quedar para después, de cualquier manera era muy probable que hiciera extraordinarios. Y debía aprender a no temerle a esos.

Sin dormir y aún cojeando un poco se fue a ayudar, porque la tendrían que llevar a su pueblo, a esa casa donde alguna vez ella se había hospedado. Con ayuda de hermana y sobrina, además de toda la gente que solidariamente ya había iniciado el trabajo, arreglaron todo.

Llegaron los que venían del rancho. Iniciaron los rezos, reiniciaron los saludos, la comida, los pésames...

El día que empieza esta historia fue el Lunes 24 de noviembre, hoy es sábado y llegó hace un rato. Visitó a parientes, amistades, durmió cada noche en una cama y lugar diferente, no le picó ningún alacrán ni araña ponzoñosa, sólo una hormiga y los moscos. Pensó que hubiera sido estupendo llevar la cámara y tomar fotos de todo, pero no, ese momento no es para recordarse. Cantó, terminó de recuperarse de su desgarre. Durmió con miedo de verla parada en la puerta, asomándose, con su vestido blanco...

Hasta ahora, nunca había tenido que ayudar o encargarse de una situación así.

Mi tía murió el lunes.

1 comentário:

Anónimo disse...

me gusta mucho como escribes,te voy a leer.
Mucho animo
un beso
Rim@