segunda-feira, fevereiro 11, 2008

Nicho

Tenemos invitación a la casa de Nicho a las 12 y con Chucho a las 2.

Las mesas en cuadro, con manteles blancos y bajo una lona muy grande. En ese lugar donde en otros tiempos había una huerta. No ha llegado nadie aún. Somos los primeros invitados. Me interesa mucho ver a Nicho, aunque él ni me conozca. Yo claro que me acuerdo de alguna comida en su casa, con todo ese olor de frutas, el árbol de limas, las visitas "guíadas" a los cañaverales. Las calabazas robadas por las ardillas. El camino al río.

Desde hace años que no iba para allá. Más años que no iba camino al río. Pero cuando lo hacía siempre recordaba que ahí es su casa y que él andaba en "el otro lado".

Este pueblo casi es fantasma, ahora viven mujeres y niños. Como en mucho otros, los hombres desde adolescentes se van y ahora muchas mujeres agarran su valor y se van derechito a NY.

No comimos ahí, pero escuché información que quería saber. Él es primo de mi mamá, nos hizo un resumen de las últimas muertes ocurridas, de la gente que "se complica" ("complicarse" parece ser una enfermedad, porque al preguntarle qué tenían la respuesta es: Se complicó).
Que él no piensa regresar al "otro lado", pero lo mismo decía hace año y medio y se fue otra vez, ahorita ya tiene tiempo aquí.

Desde que entró Salinas de Gortari la cosa ya no fue buena para el campo en este pueblo. Con el TLC el campo ya no rindió. Antes se veía bonito cuando los grupos de jornaleros iban para los cañaverales, para el ojo de agua. Se pedían 40 a la encargada y nomás nos daban veinte, porque tenía que venir gente de lejos a trabajar a aquí. Eso dice mientras destapa otras cervezas. Entonces la cosa estaba bien y alcanzaba para mantener a sus 12 hijos, o 13, ya no supe, no supe si contaba a los hijos que les dejaron ahí, casi regalados.

Y de esos 12 hijos (digamos que 12) la mitad o más están en NY, uno ya es encargado de un restaurant, otros ya tienen hijos allá, otros se quedaron a aquí. Algunos allá terminaron (o hicieron) sus estudios. La esposa siempre ha estado aquí y pasamos a saludarla cuando vamos para el pueblo.

Y ahora ya no hay huerta. Ya no hay huerta porque el agua del río mata a los árboles frutales. Los únicos que viven son los árboles que él llama "truenos" (en realidad son del género ficus) que son de los que hay en mi ciudad gris y contaminada. Antes esa huerta se me hacía una selva. Nos regalaban papayas y las calabazas que en aventura nos llevaba a buscar (él ya las había reservado para nosotras) Otros árboles los siembra y ahí están. ¿Con qué agua riegas esos? (dejaré de ser preguntona..) Pues con la misma agua, pero duran poco, se secan y los vuelvo a sembrar. Y desde antes había preguntado por qué el agua del río estaba contaminada si en el pueblo cada vez había menos gente. Al parecer es por las fábricas que abrieron en Tlaxcala.

Total, que ya eran las 2 y nos tuvimos que ir. En la otra casa hubo un mole exquisito. Unos tamales de maíz que ayudamos a preparar y un hambre feroz. Primos y tíos ahí.

Las cosas a veces se complican, y ante toda esa complicación descubro que las mías son menores, en comparación. Pero no sé, ellos tienen cosas que yo no tengo. Una vida tan simple que ni por esas "complicaciones" se preocupan de más.

3 comentários:

Anónimo disse...

definitivamente siempre podremos darnos cuenta de que hay gente mas jodidia que uno... y parece que viven mejor,.... en que radica el secreto?

Àngello disse...

oye, que bonita manera de describir las cosas, en serio que senti que me llevavas de la manao por la huerta mientras me contabas esto.

besos.

エデシェル disse...

volviste ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡